Se trata de despertar a la serpiente dormida

y enroscada tres veces y media en el chakra inferior

y dirigirla hasta el chakra superior.

Sólo así podrá unirse el cuerpo y el espíritu.

Fui payasa en Nueva York durante quince años después de dejar Buenos Aires siguiendo a Bruno. Actué tan bien durante todo ese tiempo que llegué a creerme que no me gustaba el trapecio. Me equivoqué sobre muchas cosas: que los proyectos de él eran los míos y que cualquier decisión que tomara en mi vida debía de contar con su beneplácito. Pude ser trapecista, pero elegí ser payasa para no hacerle sombra, para no competir con él. Pensé que bastaba tenerlo a mi lado para ser feliz. Sin duda, me equivoqué.

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